Carlos Acevedo Martínez.
Desde Tuxtla Gutiérrez,
Chiapas. México.
Estimado Conrado:
Como bien sabes, están a punto de cumplirse 20 años del fallecimiento de uno de nuestros paisanos más ilustres; don Sergio Méndez Arceo, obispo de Cuernavaca durante 30 años y tío de nuestro paisano y no menos ilustre amigo José Carlos Méndez, quien también tuvo el tino de abandonar este valle de lágrimas.
Hombre siempre comprometido con los pobres, la verdad y la justicia, Méndez Arceo se adelantó a la teología de la liberación, que en Chiapas fue fundamental para el surgimiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) con el obispo emérito de San Cristóbal de Las Casas, don Samuel Ruíz (que también Dios tenga fueguito manso).
Obviamente, no pocas veces fueron perseguidos, torturados y proscritos. Antes, después de ordenarse sacerdote en 1939, Méndez Arceo obtuvo en Roma un doctorado en Historia, cátedra que después impartió en el Centro Cultural Hidalgo, que luego se convertiría en la Universidad Iberoamericana viuda de Maciel, hasta que en 1952 le dieron el feudo, perdón, la diócesis de Cuernavaca. Son varios gruesos libros los que contienen los sermones, las conferencias, los textos, las cartas, etc., de don Sergio. Pero hay un sermón que lo pinta en cuerpo y alma y que pronunció en 1968, cuyo 2 de octubre no se olvida.
Nomás pica, lica y califica, estimado Conrado: “Me hace hervir la sangre la mentira, la deformación de la verdad, la ocultación de los hechos, la autocensura cobarde, la venalidad, la miopía de casi todos los medios de comunicación. Me indigna el aferramiento a sus riquezas, el ansia de poder, la ceguera afectada, el olvido de la historia, los pretextos de la salvaguardia del orden, la pantalla del progreso y del auge económico”.
No lo decía cualquiera, don Sergio Méndez Arceo fue elegido miembro del Tribunal Permanente para los Pueblos, “por su sabiduría, por sus conocimientos de historia, por sus perspectivas éticas, por su autoridad religiosa y por su compromiso con las causas de los pobres”. Era tan sabio don Sergio, que hasta sabía que “nunca hay un cambio milagroso de los corazones; cada generación puede dar solamente un paso”. Personas como mi paisano se han distinguido por su valor y por su impresionante compromiso con su pueblo, con los jodidos. Debido a ello don Sergio situó a la Iglesia en el centro de la historia.
Méndez Arceo fue un brillante personaje, porque ante el olvido en que la jerarquía católica ha tenido a los pobres, en sus sermones, en sus conferencias, en sus escritos, siempre daba una palabra viva del evangelio, que analizaba la problemática de México y mantenía un diálogo abierto con el mundo y la cultura. Ah, pero don Sergio no se quedaba en el puro rollo, se aproximaba a la gente, platicaba y convivía con los desprotegidos, les daba aliento, los escuchaba, ponía la mano sobre sus hombros y caminaba con ellos.
Sin embargo, el Vaticano quiso eliminar la opción preferencial por los pobres, que con el Grupo de Obispos Amigos integró Méndez Arceo, pero se la pellizcó (el Vaticano). Se cuenta, que cuando don Sergio iba a entrar al seminario, su padre, que era medio liberal, le advirtió: “Fíjate a dónde vas a entrar, porque la sotana negra es peor que la política”, a lo que irónicamente Méndez Arceo decía después: “Creo que mi papá no se equivocó”.
Entregado a anunciar el reino de Dios entre la pobretonada y a denunciar las injusticias, Sergio Méndez Arceo fue inclusive calificado como un obispo comunista al que, en una ocasión, arrojaron tinta roja al bajar de un avión en el aeropuerto de la Ciudad de México. Fue en su diócesis donde comenzaron realmente las transformaciones litúrgicas como incorporar los mariachis a la misa, que por aquellos días hizo que los “mochos” del país se desgarraran las vestiduras y, claro, los sermones que habrían de distinguirlo el resto de su vida. Fiel a su misión hasta los últimos días de su vida, don Sergio andaba preocupadísimo por la paz que el gobierno y la guerrilla de El Salvador habían firmado en México cuando lo sorprendió la muerte el 6 de febrero de 1992.
En México y en el mundo, actualmente hay cada día más personas para quienes el sistema concentrador de poder económico y político ya no da para más, por lo que se hace imperativo construir otro, en el que la solidaridad que sustentó don Sergio resulta indispensable. Fue, sin duda, don Sergio Méndez Arceo un mexicano excepcional, muy combatido por algunos de sus colegas, sobre todo por el ahora obispo de Ecatepec, Millonésimo Zepeda, pero como tú sabes, estimado Conrado, don Sergio no dio un paso atrás ni para agarrar vuelo y se murió en su ley.