
Tenepal de CACCINI
Por Alma Delia Murillo.
SinEmbargo.
Junio 09, 2018. 12:00am.
A veces es difícil
admitir nuestras torpezas pos-modernas cuando vienen manoseadas por la mentira
del siglo, esa a la que invocamos y que llamamos “éxito”. Foto: Cuartoscuro.
Esta
ciudad es un gran útero de asfalto. Dura, amorosa, fértil.
Pero
puede ser también el vientre de la ballena que nos regurgita, que quiere
escupirnos, desecharnos.
Quienes
amamos y hemos recorrido la Ciudad de México (yo llevo diecisiete mudanzas),
sabemos que tiene una vocación laberíntica, infinita, esquizoide, tanto de
tierra prometida como de zona de guerra.
Pero
aquí seguimos porque echar raíces no es fácil, porque habitamos donde están
nuestros vínculos y nuestros medios de subsistencia; porque hay una
efervescencia de posibilidades.
Hace
cosa de una semana mi amigo C que vive en el centro, ese espacio donde
pareciera que se concentra toda nuestra agridulce mexicanidad, me contaba cómo
se ha ido cerrando una persecución inmobiliaria sobre habitantes de una serie
de edificios del primer cuadro de la ciudad; particularmente, el de la calle
Colón marcado con el número 1. ¿Las razones? A nadie sorprende, el mercado de
bienes raíces empujando un aumento arbitrario del alquiler para que la zona
quede disponible atendiendo a una decisión de negocios que pasa por encima de
las personas.
Maldita
la hora en que nos compramos el adoctrinamiento de calidad de vida donde los
únicos que lo disfrutan son quienes lo venden. “Calidad de vida”, esa marca
registrada, marketing engañoso del que somos clientes cautivos y para la que
trabajamos como imbéciles y que nos está erosionando la humanidad.
A veces
es difícil admitir nuestras torpezas posmodernas cuando vienen manoseadas por
la mentira del siglo, esa a la que invocamos y que llamamos “éxito”.
Gentrificación
se llama el fenómeno que literalmente viene del término en inglés “gentry” y
hace referencia a la burguesía; esa eterna aspiración de clase, la entelequia
aristócrata que legitima a unos pocos como dueños del espacio público y
arrincona a la periferia a quienes no nacimos “gentry”. Está cabrón.
Desalojos
forzados, incrementos ofensivos en los arrendamientos, especulación
inmobiliaria. El triunfo de la mirada empresarial sobre el bienestar colectivo
en nuestros barrios que deberían ser rescatados por y para todos.
Y “rescatar”
no significa privatizar hasta los pasos de cebra de las avenidas para que unos
cuantos acudan a vivir de esa forma monotemática con la que la clase media alta
acribilla la diversidad.
El
centro, las colonia Juárez, Roma y Condesa; Coyoacán en el sur o esa aberración
llamada Santa Fe donde si no eres coche te ven feo, son muestras de cómo vamos
cediendo la ciudad a intereses corporativos que nos convierten en habitantes
desechables. Y ojalá fueran empresas transparentes y libres de corrupción pero ya
el 19 de septiembre nos mostró cómo la construcción es caldo de cultivo para
tragedias de dimensiones sísmicas y épicas.
Volviendo
al caso de mi amigo, él y sus vecinos se están organizando y han conformado la
06000 Plataforma Vecinal y Observatorio del Centro Histórico para defenderse,
para difundir su caso, para compartir sus experiencias y análisis porque ¿qué
otra alternativa tenemos?.
Me
parece que vale la pena detenernos a mirar su caso porque el refrán que
aconseja poner las barbas a remojar cuando veas las del vecino cortar, lleva
siglos de efectividad.
¿Cuánto
tiempo falta para que la gentrificación no deje piedra sobre piedra para
quienes carecemos de credenciales y pretensiones aristócratas? ¿Cuánto tiempo
falta para que cada corredor cultural se convierta en un centro comercial o una
colección de bares donde el narcomenudeo seguirá sumando muertes de pie de página
en los diarios nacionales?
No
somos accesorios, por eso el llamado a hacernos cargo y a comunicar el mensaje.
Que no se les olvide a las constructoras (asociadas con la corrupción en muchos
de los casos) que nosotros, esos habitantes desechables, fuimos quienes
levantamos piedra por piedra para rescatar la vida de los escombros que ellos
provocaron. Que nosotros también podemos levantar ciudades.
@AlmaDeliaMC
Por Alma Delia
Murillo.
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