
Desde la Cd., de México. Para
Tenepal de CACCINI
Por Adrián López Ortiz.
SinEmbargo. Junio 17, 2018. 12:00am.
Lo que Sansores se gastó no era parte de su
dieta Foto: Cuartoscuro.
El
24 de Noviembre de 2016, previo a la entrega de la medalla Belisario Domínguez,
la Senadora Layda Sansores encaró al Presidente Peña Nieto y le exigió
respuestas sobre los 43 estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa. Las palabras
fueron durísimas:
“Lo
de Ayotzinapa a nosotros sí nos cala y le estamos exigiendo que las
investigaciones se apresuren, que nos digan la verdad, que nos diga dónde están
los jóvenes. Díganme, si están en un cuartel, si fueron masacrados. Díganos,
porque usted la conoce”.
El video de Aristegui Noticias puede verse aquí:
https://youtu.be/CNV3c_hfz_M
Ese
día, la legisladora portaba una mascada blanca con los rostros estampados de
los 43 estudiantes desaparecidos. La prenda de seda fue diseñada por Carmen
Rión y junto con un vestido, un saco y un rebozo, costaron 22 mil 185 pesos,
según consigna una investigación de la periodista Fátima Monterrosa. Todo se
pagó con dinero público.
De
acuerdo con esa investigación, Layda Sansores, uno de los personajes más
críticos del sexenio de Peña Nieto y candidata por MORENA a la alcaldía de
Álvaro Obregón, se gastó 700 mil pesos de dinero público en tinte para el
cabello, gastos de supermercado, una muñeca, entre otras cosas.
Su
argumento (según la réplica que compartió por video en redes sociales) es que
ella tiene derecho a hacer con su dinero lo que ella quiera. Eso es falso.
Es
falso porque no es su dinero, son los impuestos de los mexicanos. Lo que
Sansores se gastó no era parte de su dieta, sino dinero para actividades
legislativas que debe usarse para ese propósito y no para que la Senadora nos
presuma su roja melena.
Es
cierto, la corruptela de Sansores es cosa menor si la comparamos con la Casa
Blanca de Peña Nieto o la Estafa Maestra, pero estamos ante un hecho concreto
de mal uso de recursos públicos y, algo peor, el cinismo de defender lo
indefendible.
El
caso es relevante porque Sansores es candidata en el actual proceso electoral
por MORENA, el partido del cambio verdadero que promete –no reducir, no
limitar, sino acabar con la corrupción una vez llegue a la Presidencia su
líder, Andrés Manuel López Obrador.
AMLO
descalificó el hecho como y acusó “guerra sucia”, mientras varios morenistas
argumentaron que lo de Layda no es ni siquiera comparable con la corrupción de
priistas y panistas en los últimos años, pero sí lo es porque implica el mismo
actuar antiético: abusar de una posición política para gastar en temas
personales dinero público.
Es
decir, no es el tamaño de la corrupción, sino la corrupción en sí misma que
representa el uso patrimonialista del poder.
No
creo que el caso Sansores vaya a cambiar el rumbo de la elección, tampoco que
su comportamiento implique a todo MORENA, pero estamos ante el caso de un
miembro destacado del partido sorprendido en un mal comportamiento y que el
mismo partido debería condenar.
Pero
el fondo del caso es un problema añejo de nuestro sistema político: la opacidad
y la impunidad con la que nuestros legisladores usan los recursos públicos sin
que nadie los fiscalice.
Es
decir, seguramente Sansores no es la única que se gasta el dinero de los
contribuyentes en excentricidades y beneficios personales. Seguro muchos otros
que ahora guardan silencio han hecho cosas similares o peores con nuestro
dinero. El problema es de diseño y de sanciones. Nuestros legisladores no están
obligados a rendir cuentas y, mucho menos, son castigados cuando hacen uso
patrimonial de recursos públicos.
Sobre
el caso debemos exigirle al candidato presidencial de MORENA que mande alguna
señal política reprobando el hecho, pero lo más importante es que cambiemos la
ley para que nuestros diputados y senadores estén obligados a ser responsables
y transparentes con el dinero que reciben y dejen de usarlo para dádivas,
fiestas o tinte para cabello.
O
lo que es peor, para que lucren políticamente con el dolor de los demás
mientras usan sus rostros estampados en prendas de diseñador…, pagadas por
nosotros.
Por Adrián López Ortiz.
Es ingeniero y maestro en estudios humanísticos
con concentración en ética aplicada. Es autor de “Un país sin Paz” y “Ensayo de
una provocación “, así como coautor de “La cultura en Sinaloa: narrativas de lo
social y la violencia”. Imparte clase de ética y ciudadanía en el Tec de
Monterrey, y desde 2012 es Director General de Periódicos Noroeste en Sinaloa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Escribe un comentario sobre esta entrada: